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Acerca de la Legión de María
La Legión de María es una asociación internacional de laicos católicos que encuentran a Jesús a través de la oración, las obras de misericordia y la evangelización, arraigada en la espiritualidad mariana y el compromiso con el Espíritu Santo.



OBJETO
El objetivo de la Legión de María es la gloria de Dios mediante la santidad de sus miembros, cultivada mediante la oración y la cooperación activa en la obra de María y de la Iglesia. La unidad de la Legión de María se denomina praesidium y celebra una reunión semanal donde la oración se intercala con informes y diálogos. Quienes deseen unirse a la Legión deben solicitar su membresía en un praesidium. La Legión prioriza el bienestar espiritual y social de cada individuo. Los miembros participan en la vida parroquial visitando a familias y enfermos, tanto en sus hogares como en hospitales, y colaborando en toda labor apostólica y misionera que la parroquia patrocina. Cada legionario debe realizar una labor apostólica semanal con espíritu de fe y en unión con María.
Alocución: La justicia de Dios (Romanos 3:21-30)
Por el p. Joseph Dass (octubre de 2025)
Durante los últimos cuatro días, la primera lectura de la misa ha sido de la carta de San Pablo a los Romanos. A lo largo de su carta, San Pablo utiliza con frecuencia dos palabras: LEY y FE. Es importante que entendamos estas dos palabras tal como San Pablo las concibió.
En primer lugar, la Ley, que se refiere a la Ley de Moisés, también conocida como la Torá. San Pablo insistió a los antiguos judíos, especialmente a los fariseos, en que el mero cumplimiento de la Ley mosaica no los santifica, ni los hace justos ni justificados ante Dios. Con «justificados», San Pablo entiende que se les eleva al estado de hijos de Dios.
La segunda palabra que San Pablo usaba con frecuencia era Fe. Somos salvos por gracia mediante la fe; «es don de Dios» (Ef 2:8-9). Por fe, San Pablo entiende mucho más que la aceptación intelectual de la verdad que Dios ha revelado en Cristo. Por ejemplo: una persona puede creer que su esposa es maravillosa y lo ama. Eso es una forma de fe. Pero si su fe en ella no va más allá, no tendrán una vida juntos plena. Si poco a poco la ignora, llega siempre tarde del trabajo, pasa cada vez menos tiempo con ella y se deja absorber por su trabajo, o quizás por otras mujeres, entonces su profesión de fe en su esposa puede resultar vacía; la relación pronto se desmoronará. Seguirá creyendo en su amor, pero su fe será hueca y sin fundamento. En resumen, podemos decir que no ha sido fiel.
La verdadera fidelidad a Dios es la principal preocupación de San Pablo. Una persona de fe verdadera está tan llena de su creencia en Dios que esta se convierte en el motor de su vida. Toda su vida está absorbida por su fe en Dios. Esta fe tiñe todos sus pensamientos y determina todas sus acciones. Dicho de otro modo, la fe de la que habla San Pablo no puede separarse del amor de Cristo. En 1 Corintios 2:16, San Pablo dice: «Tenemos la mente de Cristo». En otras palabras, San Pablo afirma: «Tengo la mente de Cristo; es decir, pienso como Cristo piensa, quiero lo que Cristo quiere, perdono como Cristo perdona y, sobre todo, amo como Cristo nos amó profundamente, hasta el punto de dar su vida en la cruz por nosotros. Entonces podemos decir verdaderamente: “Vivo, no yo, sino que Cristo vive en mí”».
Referencia de lectura de Frank Duff: Escritos de Frank Duff, María Reinará, # 8, Extracto de – “El Espíritu de la Visita a los Hogares, Ver a Cristo en Todos” , p. 72. Por lo tanto, deben acudir a ellos con el espíritu de la tercera Instrucción Permanente, que les insta a ver a Cristo en cada miembro de la familia y a comportarse con Él como María misma se comportó con Él. No podrían aspirar a algo más alto, pero tampoco deben aspirar a algo más bajo. Ese ejemplo extremo es posible. De la persona a quien visitan, Nuestro Señor irradia la ayuda que les permitirá proceder con perfección. Mientras que María, que camina de la mano con ustedes, los llena de su propio espíritu para que puedan cumplir su misión. Este esfuerzo de recogimiento debe hacerse antes de entrar en cada hogar. No basta con realizar su trabajo con vagas buenas intenciones. Las dificultades son demasiado grandes para eso. Un principio vívido debe animar su acción.
Este esfuerzo por ordenar tus motivos en cada puerta creará psicológicamente, y aún más espiritualmente, la complexión mental y anímica adecuada en ti, para que entres al hogar consciente de la dignidad de cada persona, con el debido respeto hacia cada una. Debes ir con una frecuencia razonable a cada hogar. Las visitas no deben ser una especie de visita fugaz. Una visita aislada sin perspectiva de volver a ver a la gente en mucho tiempo no es una visita según la idea de la Legión. No es posible forjar una relación sobre esa base. Para mostrar interés en las personas es vital saber sus nombres. Es inquietante observar que, en la sociedad moderna, podemos tratar con personas de cerca, incluso a diario, durante largos periodos —por ejemplo, en tiendas, oficinas o restaurantes— y al final tener que confesar que ignoramos sus nombres. Uno se siente tentado a generalizar drásticamente: ¡Sin nombres, no hay influencia! Una anomalía en estas visitas es que la casa puede no ser un hogar. El hogar es la familia que vive en él. ¿Alguna vez has conocido el hogar en ese sentido? El clamor entre ustedes es que no es así; que una gran parte de la familia, especialmente los jóvenes adultos, siempre anda por ahí, disfrutando de sus propios placeres. No deben permitir que los evadan de esa manera. Como primer paso para encontrarlos, deben intentar conocerlos, aunque estén ausentes. Hablen de ellos en la conversación amistosa habitual que debería haberse desarrollado. Averigüen qué están siguiendo. Háganse una idea de cómo son. Son parte del hogar, por lo que tienen una responsabilidad por ellos. No deben conformarse con visitas superficiales que se ocupan de las personas que encuentran y nada más. Anuncios • Confidencialidad de suma importancia: “Es una traición a la Legión repetir lo que ocurre fuera